FORLAN ACERCA AL AT.MADRID A LA CHAMPIONS


Hay futbolistas malos. Hay futbolistas regulares. Hay futbolistas buenos. Hay futbolistas muy buenos. Hay, incluso, futbolistas excelentes. Y, después, Diego Forlán. San Diego Forlán al menos para este Atlético de Madrid que sobrevive en la pelea por la Liga de Campeones gracias a la actuación, tremenda, de su mejor activo, que abrió el camino de la remontada frente al Espanyol con un zurdazo desde 35 metros y la culminó con un toque sencillo casi en el área pequeña. Fue el único al que no le impactó cosa tardó media hora en animarse, preso hasta entonces el partido de esa necedad abundante este curso en el Vicente Calderón. De hecho era el Espanyol quien había tomado la noche para sí visto que los de casa prefieren que sean otros los que tomen decisiones. Más que el Espanyol, fue Iván de la Peña el hombre al mando de todo, un tipo que rebasados los 30 sigue teniendo fútbol, y mucho. Un tipo capaz de recibir, darse la vuelta y buscar los pases que hacen daño. Un jugador solvente para mover a todo un grupo.
Un jugador, en fin, como el que necesita el Atlético de Madrid, que, dicen, podría haber reparado en él para el año que viene. Por ese camino ramplón caminaba pues el partido hasta que Perea le abrió el pómulo a Chica con un codazo. Merecía la expulsión pues el lance fue salvaje. Ahora bien, la actuación del árbitro merece unas líneas. Mateu Lahoz no sanciona siquiera falta, y cuando llega a los pies del jugador del Espanyol y ve la sangre decide sacar la roja. Un error grave de un pésimo colegiado, de los peores que caminan hoy por la Liga.
De cualquier forma, la inferioridad numérica no fue el único castigo para el Atlético. En dos minutos, una maniobra penosa de Pernía y un fallo, uno más, en la defensa de la estrategia permitió al Espanyol tomar una ventaja que algunos intuyeron definitiva. Los primeros, los jugadores, que comenzaron a mover la pelota en horizontal, sin ánimo de seguir hiriendo a un Atlético que en ese momento yacía moribundo en el suelo. Abel reaccionó a la expulsión metiendo en el campo a Pablo y sacando de él a Maxi Rodríguez, que en los últimos tiempos es un chico de lo más intrascendente. El argentino no aporta absolutamente nada, ni para bien ni para mal, y así poco a poco va dando razones a los que quieren verlo lejos del Calderón. De hecho, gracias a ese perdón ficticio del Espanyol llegó vivo el equipo de Abel al descanso, que fue la mejor noticia.
Seguro que Pochettino se dio cabezazos contra la pared por esa indulgencia de los suyos. Porque luego, antes de cumplirse el primer cuarto de hora de la reanudación, a su equipo le habían empatado el partido. ¿Cómo? Nada de un cambio en el fútbol, poco de un cambio de actitud y sí, mucho, todo, de la fe en un futbolista superlativo. Se llama Diego Forlán, es uruguayo, lleva el número siete y tiene todo: velocidad, toque, desmarque, inteligencia, trabajo y, por encima de todo, gol. Mucho gol. Tantos como 27, sólo uno menos que Samuel Eto’o, el todavía Pichichi del campeonato.
Forlán tiene hoy una trascendencia superior a la de Agüero para su equipo. Participa en el juego hasta el punto de ser el mayor referente en la transición. Todas las pelotas con cierto sentido pasan por él, que se ofrece como un centrocampista más y que es quien baja a recibir, descarga a un lado a otro y juega de cara. También, algunas veces, se da la vuelta y no se lo piensa. Dispara. Como ayer, cuando su tiro pasó como un avión entre las manos de Kameni, que no la vio venir. Ahí empezó todo, en ese disparo, con la izquierda, nació lo que moriría, de felicidad, en el segundo minuto del descuento, con un desmarque maravilloso.
Simao lo vio y le metió la pelota al corazón del área. Allí la paró, levantó la vista y cruzó para delirio de un estadio recuperado, entregado en ese final trepidante a la energía inexplicable que sólo este equipo es capaz de transmitir, y que hace aún más inexplicable tardes como las de Mallorcaortó estar jugando con un hombre menos.

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