Hace una semana, el Villarreal aguó la fiesta a los aficionados del Barça consiguiendo un empate (3-3) en el tiempo de descuento en el Camp Nou. Los castellonenses destrozaron una celebración ansiada por los hinchas azulgrana, que lo arreglaron la noche del miércoles, cuando tras golear al Athletic Club en la final de Copa (1-4), pudieron ir a Canaletes y ondearon sus banderas y bufandas, que en los dos últimos años habían acumulado el polvo de la tristeza. Ayer fue otra historia. Los amarillos hicieron posible que se completara el guión y que los culés consiguieran su 19º título de Liga.
El Barça ya es campeón. Ha sido superior, el más plástico, el más vertical y determinante: el mejor, ¡qué caramba! Con un juego precioso, dulce y delicioso, el novato Pep Guardiola siempre supo mantener un discurso uniforme, sin grietas, sin una palabra altisonante y convencido de que su idea, sus sueños de infancia, de cuando residía en La Masía, se han convertido ya en realidad.
Homenajes.
El Barça disfrutó sobre el terreno de juego, alegró y enloqueció a sus aficionados, mientras desesperaba a sus rivales a base de goleadas. También hubo plantillas que le complicaron la vida, que encontraron el camino para abortar su dinamismo y poner los pies en la tierra a Pep, al equipo y a los hinchas, entre ellos, el Mallorca. Pero aquello ya es pasado, reciente, sí, pero en definitiva, historia.
El Barça asomará esta tarde en el Ono Estadi como campeón, un merecido triunfador, trabajador, serio y siempre disciplinado. Viajarán hoy a Palma para seguir recibiendo homenajes. Es lo que tiene hacer bien las cosas.
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